La
pintura con puntos ha atraído a los artistas desde época temprana, no tenemos
más que pensar en algunas de las formas representadas por los hombres
primitivos en las cuevas, símbolos tremendamente complicados de interpretar que
se han querido asociar en algunos casos con prácticas sexuales o bien con
rituales desconocidos ante la falta de documentación.
Esta
pintura volvió a ponerse de moda a lo largo del siglo XIX y XX. Algunos
artistas la han utilizado buscando diferentes respuestas a sus investigaciones,
otros en cambio parecen reírse de nosotros cuando nos ofrecen pinturas de este
tipo, ya que sus explicaciones no llegan a convencer a un público que observa
esas obras con cierta estupefacción.
Vamos
a hacer un repaso de algunos artistas que han utilizado los puntos en sus
composiciones, revisando desde el punto de vista crítico, si sus obras tienen
vigencia o han sido superadas por un discurso completamente vacío de contenido.
Comenzamos
con una de las obras más conocidas de Seurat, el desayuno en la hierba, uno de
los referentes del puntillismo, un estilo que comienza sus andanzas en torno al
año 1880. El puntillismo utiliza puntos de colores para componer sus cuadros,
mirados a cierta distancia la retina se encarga de mezclar los colores en
nuestra mente para que obtengamos una composición que adquiere cierta
coherencia. La separación de colores producida en el cuadro vuelve a unirse en
la retina del espectador, colores primarios y secundarios se unen en nuestra mente
para crear nuevas apreciaciones como por ejemplo el naranja que surge de
colocar colores rojos y amarillos juntos.
Kandinsky
era un estudioso de la pintura, de él sabemos que realizó la primera obra
abstracta en el año 1912, en concreto una acuarela, desde ese momento es un
artista entregado a la abstracción y al estudio de las propiedades del color.
Kandinsky apostaba por una vida llena de color, estaba convencido de que el uso
del color ayudaba a psicología del ser humano de manera positiva. La emoción
que transmitan sus obras es muy importante para el autor, alegría, esperanza,
deseo y algunas más. Así que para él las formas que aparecen en el cuadro, todo
tipo de geometría, no es importante sino los colores que se utilizan. La
gradación de colores debe ser correcta para que sea agradable a los ojos, hay
un estudio de la situación de cada color en el cuadro, amarillo en el interior
y negro en el exterior, por ejemplo.
Malevich
en su obra Círculo negro, como gran representante del suprematismo, trata de
definir la esencia de la pintura, se reducen las formas a los elementos
básicos. Sus cuadros se componen de formas simples y primitivas. Se trata de
descubrir en esas formas cosas alejadas del conocimiento. El artista habla de
una nueva búsqueda de Dios, algo que parece un poco exagerado para la
simplicidad a la que se reducen sus formas y colores.
Y
llegamos a la difícil zona de confort tras superar el minimalismo que reduce
las formas de forma geométrica igual que hacía Malevich en muchas de sus creaciones.
Vamos
a comenzar con las obras de Miró de la serie Azul. Miró tiene un momento
interesante en su carrera, se trata de las obras de mediados de los años XX en
las que busca un mundo alternativo con escenas donde el comic tiene una
presencia muy importante. Se trata de trabajos que servirán de precedente a
los dibujos animados cargados de situaciones que no dejan de tener su
diversión. Pero la evolución posterior del Miró y su vertiente surrealista deja
bastante que desear. Primero ese mundo alternativo va reduciendo las formas y
ajusta los colores de una manera que trata de llegar a Kandinsky para jamas
conseguirlo y finalmente en los años 70 nos deleita con la serie de cuadros en
azul. Se trata de un cuadro con el fondo azul y puntos de color negro (puede
que incluya una línea en rojo). Esta es una obra que carece por completo de un
discurso conceptual, donde no se puede extraer ninguna de la conclusiones que
se demanda a cualquier obra de arte contemporáneo y por lo tanto carente de
sentido. Quizás llevado por el éxito el artista puede pensar que puede hacer lo
que le de la gana, pero la gente que no es idiota se dará cuenta que tras ellas
no hay nada más que colores, simpleza y falta de creatividad. Una pena para un
artista que prometía mucho y se quedó en nada.
El
tótem del arte Damien Hirst también ha dedicado una serie de interminables
cuadros a realizar puntos de colores. Estas obras fabricadas en su estudio por
personas contratadas tienen como ventaja que siempre uno de los puntos será
diferente al otro porque uno de sus colores varía. Así que siempre podrás
hacerte con una obra original de Damien Hirst que nadie más tiene. Si nos
saltamos esta maravillosa ventaja, cargada de originalidad, el resto de la obra
no tiene ninguna otra explicación. Por supuesto no tiene nada que ver con otras
series del artista donde quizás los animales en formol aluden al paso del
tiempo o las mariposas semejan ciertas formas que pueden resultar divertidas y
llenas de colorido. Los cuadros de puntos de Hirst carecen por completo de
discurso y son simplemente una consecuencia de un mercado loco en el que el
nombre del artista es mucho más importante que la obra que crea. La obra no
interesa sino que solo tener un Damien Hirst en la colección, sea el que sea.
El tiempo (quizás el tema tratado en sus animales en formol) nos dirá que esa
creación es un accidente dentro del desarrollo de la historia del arte y que el
mercado hay veces que no castiga la falta de originalidad.
Me
cuesta hablar de las obras de Yayoi Kusama, en sus instalaciones su obsesión
por los puntos parece enfermiza. Me interesa alguno de los conceptos de pintura
expandida que observamos en su trabajo, como los puntos desbordan en marco para
extenderse por toda la sala de exposiciones. Aunque debemos quedarnos en eso
porque no tenemos nada más que decir. Lo que si es cierto es que su pintura
conecta a la perfección con el público, que acude emocionado a cualquier museo
que realice una exposición de Kusama. Quizás es por el ambiente pop de las
obras, puede que sea porque conecta perfectamente con los niños, tal vez por
esa simplicidad que nos conduce a llevar a lo más alto las creaciones que
seriamos capaces de realizar sin estudios en Bellas Artes. El caso es que
Kusama gusta. ¿A ti te gusta Kusama?
Para terminar
un par de apuntes, la artista española Alejandra Icaza también ha realizado
cuadros con puntos. Yo mismo escribí una introducción a la artista en un
catálogo de mano donde hablaba para justificar su obra de partículas,
lentejuelas de un traje, campo magnético de colores que se atraen, luces de
colores que iluminan el caminar por una feria, una obra a medio camino entre la
saturación y el vacío. Pero lo veo ahora mismo y me vengo abajo en el
planteamiento al que no encuentro sentido.
De todas
maneras en un país como el nuestro el uso de los puntos o lunares no nos
resulta nada extraño en el diseño, no tenemos más que volver los ojos a
cualquiera de los trajes de flamenca que se presentan en cualquier desfile
previo a la Feria de Abril y nos daremos cuenta que estamos más cerca de lo que
pensamos de la estética de los puntos de colores.
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