domingo, 21 de octubre de 2018

Pintando con puntos de colores

La pintura con puntos ha atraído a los artistas desde época temprana, no tenemos más que pensar en algunas de las formas representadas por los hombres primitivos en las cuevas, símbolos tremendamente complicados de interpretar que se han querido asociar en algunos casos con prácticas sexuales o bien con rituales desconocidos ante la falta de documentación.


Esta pintura volvió a ponerse de moda a lo largo del siglo XIX y XX. Algunos artistas la han utilizado buscando diferentes respuestas a sus investigaciones, otros en cambio parecen reírse de nosotros cuando nos ofrecen pinturas de este tipo, ya que sus explicaciones no llegan a convencer a un público que observa esas obras con cierta estupefacción.
Vamos a hacer un repaso de algunos artistas que han utilizado los puntos en sus composiciones, revisando desde el punto de vista crítico, si sus obras tienen vigencia o han sido superadas por un discurso completamente vacío de contenido.
Comenzamos con una de las obras más conocidas de Seurat, el desayuno en la hierba, uno de los referentes del puntillismo, un estilo que comienza sus andanzas en torno al año 1880. El puntillismo utiliza puntos de colores para componer sus cuadros, mirados a cierta distancia la retina se encarga de mezclar los colores en nuestra mente para que obtengamos una composición que adquiere cierta coherencia. La separación de colores producida en el cuadro vuelve a unirse en la retina del espectador, colores primarios y secundarios se unen en nuestra mente para crear nuevas apreciaciones como por ejemplo el naranja que surge de colocar colores rojos y amarillos juntos.


Kandinsky era un estudioso de la pintura, de él sabemos que realizó la primera obra abstracta en el año 1912, en concreto una acuarela, desde ese momento es un artista entregado a la abstracción y al estudio de las propiedades del color. Kandinsky apostaba por una vida llena de color, estaba convencido de que el uso del color ayudaba a psicología del ser humano de manera positiva. La emoción que transmitan sus obras es muy importante para el autor, alegría, esperanza, deseo y algunas más. Así que para él las formas que aparecen en el cuadro, todo tipo de geometría, no es importante sino los colores que se utilizan. La gradación de colores debe ser correcta para que sea agradable a los ojos, hay un estudio de la situación de cada color en el cuadro, amarillo en el interior y negro en el exterior, por ejemplo.



Malevich en su obra Círculo negro, como gran representante del suprematismo, trata de definir la esencia de la pintura, se reducen las formas a los elementos básicos. Sus cuadros se componen de formas simples y primitivas. Se trata de descubrir en esas formas cosas alejadas del conocimiento. El artista habla de una nueva búsqueda de Dios, algo que parece un poco exagerado para la simplicidad a la que se reducen sus formas y colores.
Y llegamos a la difícil zona de confort tras superar el minimalismo que reduce las formas de forma geométrica igual que hacía Malevich en muchas de sus creaciones.


Vamos a comenzar con las obras de Miró de la serie Azul. Miró tiene un momento interesante en su carrera, se trata de las obras de mediados de los años XX en las que busca un mundo alternativo con escenas donde el comic tiene una presencia muy importante. Se trata de trabajos que servirán de precedente a los dibujos animados cargados de situaciones que no dejan de tener su diversión. Pero la evolución posterior del Miró y su vertiente surrealista deja bastante que desear. Primero ese mundo alternativo va reduciendo las formas y ajusta los colores de una manera que trata de llegar a Kandinsky para jamas conseguirlo y finalmente en los años 70 nos deleita con la serie de cuadros en azul. Se trata de un cuadro con el fondo azul y puntos de color negro (puede que incluya una línea en rojo). Esta es una obra que carece por completo de un discurso conceptual, donde no se puede extraer ninguna de la conclusiones que se demanda a cualquier obra de arte contemporáneo y por lo tanto carente de sentido. Quizás llevado por el éxito el artista puede pensar que puede hacer lo que le de la gana, pero la gente que no es idiota se dará cuenta que tras ellas no hay nada más que colores, simpleza y falta de creatividad. Una pena para un artista que prometía mucho y se quedó en nada.


El tótem del arte Damien Hirst también ha dedicado una serie de interminables cuadros a realizar puntos de colores. Estas obras fabricadas en su estudio por personas contratadas tienen como ventaja que siempre uno de los puntos será diferente al otro porque uno de sus colores varía. Así que siempre podrás hacerte con una obra original de Damien Hirst que nadie más tiene. Si nos saltamos esta maravillosa ventaja, cargada de originalidad, el resto de la obra no tiene ninguna otra explicación. Por supuesto no tiene nada que ver con otras series del artista donde quizás los animales en formol aluden al paso del tiempo o las mariposas semejan ciertas formas que pueden resultar divertidas y llenas de colorido. Los cuadros de puntos de Hirst carecen por completo de discurso y son simplemente una consecuencia de un mercado loco en el que el nombre del artista es mucho más importante que la obra que crea. La obra no interesa sino que solo tener un Damien Hirst en la colección, sea el que sea. El tiempo (quizás el tema tratado en sus animales en formol) nos dirá que esa creación es un accidente dentro del desarrollo de la historia del arte y que el mercado hay veces que no castiga la falta de originalidad.


Me cuesta hablar de las obras de Yayoi Kusama, en sus instalaciones su obsesión por los puntos parece enfermiza. Me interesa alguno de los conceptos de pintura expandida que observamos en su trabajo, como los puntos desbordan en marco para extenderse por toda la sala de exposiciones. Aunque debemos quedarnos en eso porque no tenemos nada más que decir. Lo que si es cierto es que su pintura conecta a la perfección con el público, que acude emocionado a cualquier museo que realice una exposición de Kusama. Quizás es por el ambiente pop de las obras, puede que sea porque conecta perfectamente con los niños, tal vez por esa simplicidad que nos conduce a llevar a lo más alto las creaciones que seriamos capaces de realizar sin estudios en Bellas Artes. El caso es que Kusama gusta. ¿A ti te gusta Kusama?


Para terminar un par de apuntes, la artista española Alejandra Icaza también ha realizado cuadros con puntos. Yo mismo escribí una introducción a la artista en un catálogo de mano donde hablaba para justificar su obra de partículas, lentejuelas de un traje, campo magnético de colores que se atraen, luces de colores que iluminan el caminar por una feria, una obra a medio camino entre la saturación y el vacío. Pero lo veo ahora mismo y me vengo abajo en el planteamiento al que no encuentro sentido.


De todas maneras en un país como el nuestro el uso de los puntos o lunares no nos resulta nada extraño en el diseño, no tenemos más que volver los ojos a cualquiera de los trajes de flamenca que se presentan en cualquier desfile previo a la Feria de Abril y nos daremos cuenta que estamos más cerca de lo que pensamos de la estética de los puntos de colores.



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