Desde hace unos días se puede contemplar en el espacio cultural Santa Clara de Sevilla esta obra de Velázquez, que ha sido atribuida hace poco tiempo al artista andaluz y que se conserva en la Universidad de Yale, después de un periplo por diferentes lugares que posiblemente hicieron olvidar su autoría, cuando pasado el tiempo el convento carmelita de Santa Ana, decidió liberarse de ella, junto con muchas otras obras de arte que salieron vendidas con destino a Inglaterra.
La devoción de Santa Ana, madre de la Virgen María, se encontraba muy extendida en ese momento en Sevilla, como instructora y educadora de la Virgen, que será en el futuro la madre de Dios. ¿Cual fue su papel y por extensión el de su padre San Juaquín?. Para aclarar este tipo de culto no existían precedentes iconográficos de como representar a la familia en su hogar. Uno de los primeros artistas que en Sevilla realiza una incursión en el tema es Juan de Roelas, unos años antes de que Velázquez pinte el suyo, concretamente en 1612, mientras que la obra de Velázquez sería de 1618.Existía también alguna escultura en la cual se representaba el tema y que habría sido realizada con anterioridad a estas pinturas, teniendo influencia la obra de Francisco Antonio Ruiz Gijón en la forma de representarlo.
La obra de Roelas nos presenta a Santa Ana enseñando a leer a la Virgen María, la cual ricamente adornada y en edad adolescente, se afana por aprender la lección que su madre parece enseñarle. Todo bajo la atenta mirada de un grupo de ángeles que observamos tras esa cortina que se encuentra recogida.
Hay conexiones importantes que también observamos en la obra de Velázquez, por ejemplo la mesita de la parte izquierda, la presencia de animales, gato y perro, el cajón que se encuentra abierto o los dulces que podemos observar encima de la mesa. Pero hay otros detalles que hacen de la obra de Velázquez distinta a la de Juan de Roelas.
Por ejemplo la disposición de los personajes, en la obra de Velázquez la Virgen ocupa el centro de la composición. Como vemos no se encuentra en edad adolescente sino que es una niña y mira directamente al espectador. Parece que Velázquez siguió las indicaciones de su maestro Francisco Pacheco el cual había criticado a Roelas por pintar una Virgen tan metida en los estudios cuando los conocimientos de la Virgen, siempre según la tradición, llegaron por ciencia infusa, es decir ella ya sabía leer y escribir, pero para no desagradar a su madre hacía como que aprendía. En este caso se introduce también la figura del padre representado como un anciano y podemos ver la figura de un ángel al fondo, vemos solo parte porque la pintura tristemente fue cortada en algún momento de sus diferentes traslados.
Otro de los aspectos destacables de la obra de Velázquez es su tendencia al naturalismo frente al idealismo de Roelas, esa tendencia nos anticipa el inicio de una tendencia general típica del barroco que se debe a la influencia de la obras de Caravaggio y también a las pinturas flamencas que llegaron a España en ese momento. Ese realismo es algo típico de los cuadros de Velázquez de primera época, no solo en los rostros de los personajes sino también en la representación de los objetos que gracias al maestro sevillano dan la impresión de ser verdaderas fotografías. Alejándose de su maestro Francisco Pacheco, Velázquez se decanta por esta tendencia naturalista que no sabemos muy bien de donde pudo sacar, hay quien apunta a un viaje realizado a Toledo lugar donde otros artistas habían viajado a Italia y recogido gran parte de esta corriente que inunda el inicio del barroco. Otros autores también la seguirán en la misma época en Sevilla como por ejemplo Zurbarán.
La obra tiene múltiples conexiones con otros cuadros de esta primera época, como por ejemplo la Vieja friendo Huevos o la Cena de Emaus con todas las características descritas y esa tendencia general al claroscuro que no llega todavía a ser radical, pero que marcará sus obras hasta que realice su primer viaje a Italia una vez que ya se había asentado en Madrid. Eso por no hablar de los pliegues que se encuentran en las vestiduras de los personajes o los modelos que parecen repetirse en varias obras.
Luis Tristan. La Sagrada Familia. 1613 |
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