Velázquez es un pintor que ha ejercido gran influencia en grandes artistas, no solo españoles sino también extranjeros, que vieron en el genio sevillano, un ejemplo a seguir y una persona adelantada a su tiempo. Velazquez ofrecía soluciones para sus obra que no se verán en muchos casos hasta 200 años más tarde, nos referimos por ejemplo a sus obras impresionistas que pueden apreciarse en Los Paisajes de la Villa Medici, realizados durante el segundo viaje a Italia del artista hispalense.
Por ello no es extraño que Pablo Picasso quisiera realizarle un homenaje, cosa que hizo en el año 1957, año en el que realizó 58 versiones diferentes de Las Meninas de Velázquez. El número parece un poco exagerado, quizás con una sola versión hubiera bastado, pero nuestro artista representó el cuadro con todos los colores y posiciones posibles. Muchas de estas versiones se conservan actualmente en el Museo Picasso de Barcelona.
Hay un par de cosas que resultan curiosas de estas versiones de Las Meninas. La primera tiene que ver con el cubismo. Una de las máximas del cubismo es que se elimina la tercera dimensión, con lo cual el fondo del cuadro se adelanta al primer plano y se confunde con él. Es una imagen que resulta curiosa en uno de los cuadros más profundos de la historia del arte. Recordemos que Velázquez se afanaba por conseguir la máxima profundidad, combinando zonas de luz con zonas de sombras, colocando personajes y objetos unos detrás de otros y jugando con todo tipo de diagonales en la obra. Todo esto queda anulado en algunas de las versiones de Picasso porque no tenemos profundidad. Y es que Picasso siempre es un pintor cubista, aunque su primera obra de este estilo sea en 1907 y pase por diferentes etapas, el cubismo siempre está presente en su trabajo, prueba de ello son estas obras que hoy nos ocupan.
En segundo lugar se plantea un debate de otro tipo, no artístico sino económico y que tiene que ver con la capacidad del artista. Picasso es un artista tan conocido en ese momento que prácticamente puede hacer lo que le de la gana. Sus trabajos se van a vender con solo firmarlos, sean lo que sean y haga lo que haga. En esa época se ha convertido en un artista marca, es decir vende más por el nombre que tiene que por lo que realmente hace. Ningún crítico se atreverá a criticar lo que hace el artista, solo por el hecho de que es Picasso, así que si le apetece hacer versiones de las Meninas, las hace, aunque no aporten nada a la historia del arte y su lectura tenga mucho más que ver con lo económico que con lo artístico.
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