Juan Bautista es una figura clave en la historia de los primeros años del siglo I y por supuesto del cristianismo, porque muchos de los mensajes lanzados desde el desierto son iguales que los expuestos por Jesús a las gentes de bien que querían escucharle.
Gran parte de lo que vamos a escribir está inspirado en el libro de Ernest Renan titulado "Vida de Jesús" donde este estudioso francés del siglo XIX hace un pormenorizado análisis de la vida e ideas del maestro intentando desprenderse de todo aquello que de fantástico nos han legado los escritos que consideramos canónicos.
Una primera cuestión sería el parentesco entre los dos personajes, inexistente para el autor, ya que habían nacido y vivían en zonas muy diferentes, aunque si es cierto que los dos llegaron a las mismas conclusiones con un mensaje común expresado eso si de forma diferente.
Juan podía ser considerado como un profeta, un enviado de Dios. Era una persona acostumbrada a los rigores. En muchos casos vivía como un anacoreta, vestía de forma muy humilde y comía aquello que el desierto le proporcionaba, que era más bien poco. Juan es uno de los muchos predicadores que surgen en el momento en Judea, aunque a diferencia de otros consiguió un gran número de seguidores que escuchaban su mensaje.
Quizás tanto Juan como Jesús hubieran pasado desapercibidos si nos quedáramos solo con su mensaje de conversión y de arrepentimiento de cara al Padre, pero tanto uno como otro volcaron su mensaje de una manera política, señalando directamente a los poderosos políticos o religiosos que consideraban culpables de que su mensaje no se llevara a cabo. Y ese fue el verdadero problema, porque cuando el poderoso ve peligrar su sillón se revuelve de manera que mata con tal de conservar su estatus, llevándose por delante a quien haga falta para mantenerlo.
En cuanto Juan comenzó a denunciar la situación semiincestuosa del rey Herodes y sus seguidores se daban cuenta de que llevaba razón, que se estaba vulnerando la ley, le falto tiempo al títere romano para detener a Juan y mantenerlo en prisión con tal de que su mensaje no se propagara. Es muy posible que Herodes respetara a Juan como profeta e incluso le tuviera miedo como elemento distorisonador de su poder, quizás su muerte es una cuestión de orgullo personal por una palabra empeñada a la cual no se pudo negar, pero seguro que fue un tema que le trastornó, más sabiendo que el mensaje de Juan era verdadero.
Renan apunta que Jesús, que vivió en Nazaret y Caná, se desplazó con un primer grupo de seguidores hasta donde Juan estaba haciendo su predicación. Juan era muy conocido en ese momento y Jesús quería aprender de él. Tenían un mensaje muy similar, aunque Jesús no estaba preprarado todavía para dar el salto, tiene que dar forma a sus ideas y será con Juan cuando aprenda como expresar todas esas ideas que fluyen en su cabeza. Juan sin duda se daba cuenta de la fuerza que poseía Jesús y de que estaba llamado a una labor mucho más trascendente que la suya, aunque como hemos dicho los dos comparten momento y se respetan, jamas Jesús durante el tiempo que pasó con él, intenta imponer sus ideas o preceptos, se limita simplemente a aprender, sabiendo quien lleva el mando en ese momento. Es curioso como algunos discípulos informan a Juan cuando esta preso de los pasos que van a dar en el futuro y de las cosas que está haciendo Jesús. Quizás sea esta detención de Juan la que hace que Jesús vea una oportunidad para lanzarse de forma definitiva a la predicación de su mensaje.
Claro que existe una gran diferencia entre Juan y Jesús. Juan tiene un mensaje de conversión, de regeneración, de abrir el corazón y el espíritu a una nueva vida, alejarse del pecado porque el fin del mundo es, quizás, inminente. Por su parte Jesús nos habla de las mismas cosas, aunque profundiza mucho más en un mensaje de amor y de un Dios que nos ama y está siempre pendiente de nosotros, debemos amar como él lo hace tanto a nuestro Padre como a nuestros semejantes. Pero mientras Juan sabe que simplemente es un predicador, un agitador de almas, Jesús posee el espíritu de Dios dentro de si, está imbuido del espíritu de Dios, de manera que expresa que es su propio Hijo, nunca dice que sea Dios mismo sino el Hijo de Dios, aquel que expresa su voluntad por medio de una persona convencida de ello y que cambió la historia de la humanidad con un mensaje rompedor y completamente distinto al que los judíos del momento estaban acostumbrados o esperaban.
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