Hace pocos días se presentó en sociedad el esperadísimo cuadro del pintor hiperrealista Antonio López que representa a la familia real. Decimos esperadísimo porque el artista ha pasado algo mas de 20 años para entregar la obra, ya que los primeros contactos y las primeras tomas de fotografías de los modelos incluidos en la obra comenzaron en el año 1993.
Decía un conocido pintor contemporáneo que Antonio López era un caradura y un vago. Y es que tomar 20 años para entregar una obra está fuera de todos los cánones de la pintura, sobre todo para un artista que quiera vivir de su trabajo o simplemente dar a conocer su obra para las generaciones futuras. Así que por muchas explicaciones que se puedan dar estamos cerca de la tesis que planteaba este artista.
Por otro lado quizás también es criticable el estilo del autor, ya que el hiperrealismo es una técnica estupenda, demuestra un amplio dominio de la técnica, un dominio que debería tener cualquier pintor que se precie, pero ahora estamos en otro momento artístico, porque para hiperrealismo ya tenemos la fotografía y necesitamos (no ahora sino desde hace más de un siglo) que la pintura aporte algo más, que de alguna información distinta del mero retrato que aquí se está representando. Velázquez era un artista que dominaba la técnica a la perfección pero al mismo tiempo era un artista transgresor y novedoso en los planteamientos de sus obras y por eso es un artista tan conocido. Velázquez era un magnífico pintor, uno de los mejores de todos los tiempos, pero al mismo tiempo trataba de ofrecer algo nuevo con su pintura.
¿Donde se encuentra la novedad en la obra de Antonio López? Lo cierto es que es difícil ir más allá de un mero ejercicio pictórico como el que pueden ensayar muchos alumnos en las facultades de Bellas Artes.
Hemos leído que quiere compararse el cuadro con La Familia de Carlos IV de Goya, el artista aragonés era más limitado que Velázquez pero sabía suplir esas carencias con estudios de personalidad de los personajes que eras capaz de transmitir en sus obras, haciendo ver cual era la verdadera forma de ser de los mismos, no olvidemos sus juegos de pupilas para representar a la reina Maria Luisa o al mismo rey Carlos IV para indicar el papel y carácter de cada uno en la corte de principios del siglo XIX.
Pero al contemplar la obra de Antonio López no observamos ningún tipo de estudio, sino un simple retrato, una copia, una fotocopia en color de una fotografía individual o de grupo tomada hace mucho tiempo.
Con Las Meninas no nos atrevemos ni a compararlo porque la obra de Velazquez trasciende lo pictórico para adentrarse en miles de matices históricos y técnicos de los que carece esta obra.
Así que no parece que seamos muy partidarios de Antonio López, al cual hay que reconocer su valía como pintor al mismo tiempo que hay que criticar su falta de mensaje y sobre todo una lentitud que raya la agresión para cualquier mortal al que le exigen cada día realizar su trabajo.
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