Son varias las versiones que encontramos de esta obra y que realiza el pintor de origen cretense. Le ocurrió varias veces a lo largo de su vida, si uno de sus modelos se hacían populares le tocaba repetirlo en varias ocasiones para diferentes instituciones.
Esta imagen se hizo muy popular como símbolo de devoción. El Greco, en vez de presentar un Cristo, roto de dolor por el sufrimiento que le han infringido durante la pasión, se nos muestra como una figura sin heridas, con la cruz colocada en una posición diferente a la que es habitual, pero que le sirve para la finalidad del cuadro, que es que la figura abrace la cruz.
El Cristo lleva los ropajes típicos de la pasión, traje de color rojo carmín y manto de color azul oscuro. Debemos fijarnos en los pliegues de los ropajes donde hay un especial juego de luces y sombras.
Es muy curioso el nimbo de forma romboidal que lleva encima de la cabeza, extraño para la pintura occidental y que el pintor aprendería en su etapa de formación en Creta.
Muy curiosa es la cara de la figura, muy similar a la que veíamos en el cuadro de El Expolio, ya lo comentamos entonces, muchas de las figuras de El Greco tienen una mirada llorosa en la aceptan su destino, es decir, el destino de Cristo es morir en la cruz, el lo acepta de manera que ama el instrumento que va a quitarle la vida.
Hay dos elementos mas que debemos destacar, en primer lugar la posición de las manos, tan elegante, aprendida en la etapa en la que estuvo en Venecia, es muy típica de la pintura y escultura italiana.
En segundo lugar el color de la piel, tan blanquecino, según vamos avanzando en el tiempo las figuras del Greco se vuelven mas blanquecinas, es una manera de saber cuando está realizada la obra, llegando al final de su vida a realizar figuras que parecen fantasmas.
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