El fenómeno de Pokemon Go ha inundado los teléfonos móviles de medio mundo haciendo que mucha gente, en una moda quizás pasajera, persiga por las calles y parques de distintas ciudades, animales virtuales que hay que cazar y acumular para llegar a tenerlos todos y así competir con los demás.
Ahora estamos observando como la tecnología está invadiendo a la gente más joven para captarlos hacia una causa ligada al entretenimiento y al espectáculo. Leía el otro día que mientras los chavales están jugando a Pokemon Go o a cualquier otro juego, no están pensando en otras cosas, ni se plantean como funcionan los entresijos del sistema
Y me pareció interesante volver los ojos a Guy Debord y a su teoría sobre la sociedad del espectáculo que lo invade todo en la actualidad. Una teoría que se ha ido extendiendo de los más adultos a los más jóvenes que hace que poco a poco estos últimos cuando estudian dejen de plantearse que son aquellas sombras que se reflejaban en la caverna de Platón o como es posible que haya miles de millones de estrellas en el universo bajo un equilibrio inestable.
Guy Debord decía que cuanto más se contempla menos se vive, cuando estamos mirando la pantalla o asistimos a cualquier espectáculo (entiéndase por ejemplo deportivo y no una obra de Shakespeare) no empleamos tiempo en pensar porqué suceden las cosas o asuntos presentes o pasados que nos rodean.
Continuaba Debord diciendo que cuanto más te reconoces en las imágenes dominantes menos comprende su propia existencia y su propio deseo. Esto me lleva a pensar en esa masa enfervorecida que acude o contempla espectáculos de fútbol y que han dado a la historia algunos eslóganes que serán recordados por siglos como aquellas teorías de los filósofos clásicos. Estoy hablando de lemas como "Luis Enrique tu padre es Amunike", "Fernando Torres lorolololo..." o bien "Alcohol, alcohol, he venido a emborracharme, el partido me da igual" ¿Pero hasta que niveles puede llegar la idiotez humana? Indudablemente mientras cantas estos grandes eslóganes contemporáneos no estas pensando en la alienación que el estado ejerce contra ti, en caso de que lo esté haciendo.
Concluía Guy Debord que el espectador no encuentra lugar de reflexión en ninguna parte, porque el espectáculo está en todas partes. Y lo curioso del tema es que tenía razón. Y como podemos observar desde más jóvenes se va produciendo este fenómeno, películas, videojuegos, actividades deportivas, redes sociales, la vida a través de una pantalla. Ya los romanos sabían como entretener al pueblo llenando cada día el coliseo y repartiendo pan de forma gratuita entre los ciudadanos, inmersos en las carreras de cuadrigas faltaba tiempo para plantearse la pérdida de democracia que supone el imperio con respecto a una república imperfecta, pero mucho más representativa.
Para ampliar información se puede consultar el libro de Guy Debord "La sociedad del espectáculo" Champ Libre 1967
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