Desde el año 900 antes de cristo en España conviven numerosas colonizaciones que van a conformar la cultura de los pueblos primitivos que habitaron en España. Fenicios y griegos estaban muy interesados en el comercio, aunque entre ellos surgió un pueblo con un amplio desarrollo del que tenemos numerosos ejemplos en el Museo Arqueológico de Sevilla. Se trata de la civilización de Tartessos que se asentaron en la zona oeste de Andalucía con un avanzado grado de desarrollo y comercio para su época, explotando sobre todo los recursos mineros de la zona y comerciando con todo el área mediterránea.
Tras los Tartessos, que desaparecieron sin hacer ruido, igual que llegaron, tanto Turdetanos como Cartagineses tomarán el relevo, justo antes de que Roma traslade sus actividades a la Península y comience su expansión e influencia tras la derrota cartaginesa en la primera y segunda guerra púnica.
Así si nos situamos en el periodo en el que los Romanos llegan a España, allá por el siglo III a.c. encontramos en el país dos grupos de asentamientos. En primer lugar los Iberos descendientes de las comunidades prehistóricas que viven en Andalucía y en la zona Mediterránea. Tienen un nivel cultural mayor que otras partes del país y un modelo social bastante complejo donde existen reyes que rigen las ciudades y una aristocracia que tiene el control de los organismos públicos. Los Íberos tenían su propia moneda.
Por otro lado tenemos los pueblos de origen celta, gente que vino del centro de Europa para asentarse en el resto del país con una organización tribal y un jefe de la aldea al que todos deben lealtad.
Dentro de la escultura ibérica no existe duda que la obra más conocida que se conserva es la Dama de Elche, que actualmente puede contemplarse en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
La Bicha de Balazote es una escultura ibérica que fue encontrada en la provincia de Albacete, podemos datarla en el siglo VI a.c. y en un principio se relaciono con la imagen de un ciervo. Aunque es extraña porque tiene cara de hombre y cuerpo de animal, este animal esta recostado en la misma posición que lo hace un toro cuando está descansando, no tenemos más que mirar las patas para darnos cuenta que están haciendo referencia a este animal. La cola, como vemos, descansa directamente sobre el lomo doblada de forma bastante curiosa y detallista para ese momento artístico en el que nos encontramos.
La cara nos muestra una persona con barba, mirando al espectador, con unos pequeños cuernos en la parte superior y una actitud que nos recuerda otras esculturas de la época griega.
No se sabe exactamente su función, muchas de estas esculturas se asocian con motivos de tipo funerario, aunque es posible que esta sirviera como motivo decorativo para la entrada de un templo. También hay quien afirma que podía tener conexiones con creencias ligadas a la fertilidad y el nacimiento de nuevos individuos para la comunidad. Actualmente esta obra se puede contemplar en el Museo Arqueológico Nacional en Madrid.
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