Dentro de los centenarios que se celebran en el año que acaba de comenzar sin duda uno de los más interesantes es el 400 aniversario de la muerte del pintor de origen Cretense pero afincado en España y más concretamente en la ciudad de Toledo a finales del siglo XVI y comienzos del siglo XVII.
Nosotros hemos dedicado un post a la figura de El Greco para niños, pero debemos decir que es un personaje no suficientemente valorado por la historia del arte en todo momento sino que fue recuperado y puesto en valor por el movimiento romántico y la contribución que supone a la difusión de su obra el anterior centenario que tuvo lugar en el año 1914.
El Greco es considerado junto a Velázquez y Goya uno de los tres grandes pintores "españoles" anteriores al siglo XX por lo avances que su forma de pintar suponen como influencia para otros artistas posteriores. El Greco, como los otros dos, es un pintor importante porque es capaz de adelantarse a su época, desbordando lo que hacen otros autores de su tiempo y yendo por su cuenta dando lugar a un estilo propio, particular y reconocible por cualquiera, aunque se profano en arte o en pintura.
Y es que quizás en la mezcla es donde se encuentra la virtud, en saber conjugar cada uno de los estilos que El Greco aprende durante su vida, desde los modelos iconográficos de los iconos orientales que podemos observar en sus primeras obras, la conjunción del color y su influencia veneciana, el paso por Roma y la representación de masivas figuras o la religiosidad de las obras españolas cuyos encargos no paró de recibir durante su estancia en nuestro país, tras un efímero paso por El Escorial, para asentarse finalmente el resto de su vida en Toledo donde disfrutó de un éxito sin precedentes.
El Greco fue capaz de alejarse de algunos temas habituales o de representarlos de una forma tan particular que no ha llevado a especular en ocasiones con defectos visuales y otras zarandajas que son falsas y que forman parte del estilo peculiar de un autor revolucionario, capaz de adelantarse al expresionismo y de dotar a muchas de sus obras de un ambiente fantasmagórico, lleno de niebla y de misterio, tan intrigante que nos hace cuestionar realmente lo que está sucediendo. Todo ello, al igual que Velázquez y Goya, con una maestría inusitada, dominadora, soltando la muñeca para pintar según va avanzando su vida y consiguiendo al mismo tiempo una calidad y una forma particular de representación de figuras y personajes con pieles blanquecinas que rozan mas el terreno de los no vivos.
Merece la pena un mayor estudio el artista, sobre todo de aquellas obras menos conocidas en España, como son las realizadas en su isla natal y aquellas realizadas durante sus estancias en Venecia y Roma que marcan sin duda el devenir de su obra y su estilo. Esperemos que la exposición que se celebra entre los meses de Marzo y Junio de 2014 en el Monasterio de Santa Cruz haga justicia a todas aquellas cosas que han sido reseñadas en este post.
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