Imagen tomada en el concierto de The Darkness en La Riviera. Madrid |
Los hábitos de la gente han cambiado mucho en los últimos 20 años, tanto es así que estamos acostumbrados a ver las cosas a través de una pantalla o dispositivo mucho más que a apreciarlas directamente como se hacía antes.
Muchos desde que nos levantamos hasta la hora de acostar pasamos el día pegados a una pantalla, escribiendo, realizando un trabajo, consultando el correo electrónico, viendo videos, navegando por internet, consultando las novedades de Facebook o simplemente jugando o trasteando con las distintas apps que hemos bajado al teléfono móvil. Y es que este instrumento ha cambiado por completo la forma de actuar de la mayoría de la gente.
Antes cuando asistías a un concierto lo más que podías ver ajeno al mismo eran unos mecheros que se habían encendido cuando el grupo cantaba la balada de turno, ahora cuando asistes a un concierto solo puedes ver manos levantadas que lo transmiten a sus amigos o les indican que están allí, grabando video o tomando fotografías que en unos instantes saldrán a la luz publicadas en twitter o en otras redes sociales.
El teléfono móvil (el smarphone) ha conseguido que podamos ver un concierto a través de una pantalla en vez de disfrutarlo directamente y se ha convertido en algo normal, sin que eso plantee ninguna cuestión.
Igual ocurre cuando se visita una exposición, la grabación o las fotografías están a la orden del día (ahora mismo es inútil prohibir la toma de fotografías en cualquier centro de arte que se precie), de manera que el hecho se convierte en un anuncio a los demás de que se está allí y se quiere dejar constancia de ello a través de esa grabación o esa fotografía.
Las redes sociales nos ayudan a conectar con el mundo y también nos privan de libertad, al poder ser localizados en cada momento, pero el deseo de transmitir una información a veces puede más que la privacidad del individuo.
Ya no existe disfrute como entendíamos antes de la naturaleza, sino que la belleza se capta a través de una pantalla y no existe si no está documentada de alguna manera, pudiendo incluso manipularla con programas que ofrecen multitud de filtros que moldean la imagen que estamos viendo a nuestro gusto, añadiéndoles luces y sombras que crean ideales que en realidad no existen, pero que se adaptan mejor a la idea que hemos querido transmitir. Nos ocurre igual que a esas revistas que eliminan las manchas y hacen más delgadas a las modelos que aparecen en sus portadas.
Con lo cual en nuestra vida diaria la pantalla sea del tipo que sea ha pasado a sustituir a la realidad, leemos en pantalla, seguimos las noticias en pantalla y últimamente vemos la realidad a través de una pantalla. Es un hecho sobre el que deberíamos reflexionar y más en un blog dedicado a captar la belleza a través del arte.
Pero indudablemente la única forma de seguir este blog y poder apreciar la belleza de las obras de arte que incluye es a través de una pantalla.
Este texto está inspirado en el artículo "Pantallocracia o fascismo de la imgen" publicado por Javier Panera en la revista art.es número 48-49 paginas 59-65
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