jueves, 10 de enero de 2013

Asistir a los Museos como centro de la nueva religión


Lejos de la algarabía que supone visitar lugares masivos como el Museo del Prado o el Centro de Arte Reina Sofía  donde la gente se junta en las mismas salas para ver a los mismos artistas y siempre hay que contemplar de lejos algunas obras, porque resulta casi imposible acercarse para ver las Meninas o contemplar de cerca El Guernica de Picasso, siempre rodeado de gente que se sorprende ante la primera visión del cuadro, algunos porque no lo esperaban tan grande y otros por la sensación de frustración y dolor que transmite la obra.
Frente a estos centros masivos (donde podemos incluir algunos museos que se consideran una marca, como el Guggenheim de Bilbao) objetos principales de consumo de una cultura quizás banalizada, tenemos otro tipo de centros menos visitados, pero que también incluyen otras obras que nos invitan a una reflexión diferente, distinta de la mera contemplación de una obra repetida hasta la saciedad en libros y comentarios. Se trata de los centros de arte contemporáneo que en los últimos años han proliferado en las diferentes provincias españolas y en otros lugares del mundo en forma de bienales, trienales, documentas o incluso Ferias de Arte.
Nos ha gustado la comparación que hacía el crítico de arte y profesor de estética de la Complutense Fernando Castro Flórez, el cual afirma que la asistencia a un centro de arte contemporáneo se ha convertido en la nueva religión. Ante el descenso de personas que acuden a las iglesias, la asistencia al museo le ha sustituido. La gente acude con la idea de poder interpretar lo que allí se expone, intentando adivinar lo que en algunos casos aquellas complicadas obras pretenden transmitir.
Es curioso que la forma de contemplar las obras tiene mucho que ver con el comportamiento que tenemos en una iglesia, vamos caminando por las salas del museo y nos detenemos en algunas obras, a veces mirándolas con extrañeza, contemplándolas en silencio y esperando que sean capaces de transmitirnos la inspiración necesaria para captar una idea, un pequeño motivo para seguir creyendo en un mundo y una sociedad mejor.
Así afirma Castro que "asumimos el silencio de la contemplación estética, el rango de oración, comulgando con las mas estricta estupefacción".
Es curiosa pues la comparación y no deja de tener su sentido, no tenemos más que imaginarnos a nosotros mismos recorriendo con la vista los diferentes aspectos de las obras, con unos papeles que hemos recogido en la entrada, intentando desentrañar aquello que quieren transmitirnos.

2 comentarios:

  1. Tiene mucho sentido esta observación: es que el solo hecho de contemplar algo y querer fijarlo en nuestra mente ya es como un acto de misticismo. La observación en sí es una forma de culto hacia algo que te atrae.

    Saludos.





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  2. Kandinsky ya habló de lo espiritual en el arte, pero comparar la experiencia religiosa con la visita a un museo de arte contemporáneo me parece exagerado. Es verdad que los turistas ahora han dejado de visitar las iglesias y van a los museos pero esto sucede porque lo que se busca es el arte actual y éste se encuentra en los museos y no el arte del pasado que, por sus caracteristicas, se encuentra en las iglesias.

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