Juan Martínez Montañés-Cristo de la Clemencia o de los Cálices |
Cuenta la leyenda que el motivo del encargo de este Cristo fue debido a que un canónigo de la catedral de sevilla se inclinó por la mala vida. Un día se le apareció una mujer bastante frívola a la que el canónigo siguió insistiendole en que se descubriera la cara y cuando finalmente ella lo hizo de dió cuenta de que tras su rostro había un esqueleto. Otras voces si inclinan a que le motivo de la construcción sería un desengaño amoroso, de manera que el cliente hizo un encargo de gran poder persusivo contratando al maestro mas acreditado de Sevilla, Juan Martínez Montañes.
El Cristo se inspira en un pequeño crucifijo que había en Sevilla y que estaba atribuido a Miguel Angel, de ahí que el Cristo tenga cuatro clavos y que los pies aparezcan cruzados tal como podemos comprobar, así estarían en el Cristo atribuido a Miguel Angel.
Este Cristo de cuatro clavos crea un modelo iconográfico que después pasará a la pintura, como podemos observar por ejemplo en el Cristo de Velázquez, una figura también con cuatro clavos.
Según especificaba el contrato debía representarse un Cristo vivo, como si estuviera hablando con un interlocutor y con la cabeza inclinada.
Como podemos comprobar se trata de un Cristo limpio de sangre.
Existen pues diferencias claras con los Cristos castellanos, cuyo modelo principal es el que hace el escultor Gregorio Fernández. Los Cristos castellanos tienen solamente tres clavos, lo que aumenta el dolor y la sensación de inestabilidad. El modelo castellano es un Cristo muerto, lo cual se comprueba en la herida del costado de donde mana abundante sangre. Por último el Cristo castellano está completamente cubierto de sangre, regodeándose con la dureza de ciertas zonas, como las entradas de los clavos o las rodillas.
Como podemos comprobar el Cristo andaluz es mucho más delicado y menos sangriento que los castellanos.
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