Acostumbrados como estamos a los escándalos televisivos protagonizados por los concursantes que acuden raudos a los programas de televisión a develar los entresijos de su vida o bien los rumores de otros; me ha dado por pensar en la posible realización de un concurso tipo "gran hermano" pero que esté dedicado al mundo del arte.
Ya que el arte forma parte de la sociedad del espectáculo en la que vivimos, el contenido puede aplicarse perfectamente al formato televisivo. No hace mucho tiempo intentaron hacer una especie de gala de los oscars dedicados al arte contemporáneo patrio que solo contó con una edición, debido en parte a las críticas del vampirismo artístico cargado de envidias y filias.
Imaginemos el premio. Una exposición individual en una o dos salas del Reina Sofía, con todo el bombo y platillo posible y la visita de algunos turistas perdidos que, buscando el Guernica, sean capaces de arribar en esa sala.
Los "teachers" estarían representador por diferentes comisarios y críticos de arte que fueran capaces, libres del institucionalismo, de decir las verdades del barquero a los aspirantes. Me imagino las lágrimas de algunos de los aspirantes al escuchar los veredictos. Algo parecido a los juicios culinarios de Masterchef pero analizando las diferentes creaciones artísticas.
Un director, al modo de "super" capaz de plantear diferentes retos que sean capaces de abarcar técnicas clásicas o hibridas, ya que el momento en que vivimos nos lleva a esa mezcla de estilos en la que se produce en palabras de Omar Calabrese "poco más o menos y no se que". Pruebas con la pintura expandida, con técnicas que mezclen vídeo, performance varias, oportunismo y fuertes dosis de improvisación. Todo ello perfectamente argumentado siguiendo los paradigmas de los grandes pensadores del siglo XX y XXI.
Tendríamos la oportunidad de asistir a una fuerte lucha de egos para ser reconocido como artista. El mítico "edredoning" para empatizar con la audiencia, conociendo así la vida e inclinaciones de cada uno de los aspirantes o bien esas tiernas historias que cuentan el lado más oscuro de cada familia y que algunos intelectuales han llegado a definir como posverdad (sin duda empática)
Las expulsiones serían lo más. Entre lágrimas se vería frustrada la carrera de alguno de los artistas, obligados desde entonces a exponer en cafeterías de barrio o bien en centros municipales que nunca abren la puerta a grandes oportunidades.
Y finalmente un ganador de consenso, cuyo trabajo se mostraría cual gala de eurovisión después de haber roto su relación con el expulsado número cinco y, por supuesto, haber acudido a contarlo al programa de análisis de turno.
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