domingo, 17 de enero de 2016

Las causas de la expulsión de los mercaderes del templo

Al lado del templo en Jerusalem había una explanada en la cual había un mercado que los días anteriores a la Pascua se encontraba en pleno apogeo, mucho más cuando se acercaba la fecha.


Allí se compraban todo tipo de animales para el sacrificio y también se cambiaba moneda, ya que había judíos que venían de todas partes y traían todo tipo de monedas que debían  ser cambiadas, con el fin de pagar el tributo correspondiente al santuario. Se aseguraba también que los animales tenían el grado de pureza exigido por el templo para el sacrificio.
Casi todas las compras debían hacerse y se hacían en este mercado, cuando uno de los oferentes traía algún animal que no había sido comprado en esta zona, en muchas ocasiones era rechazado, en algunos casos aludiendo al simple color que tenía el animal, ello suponía una gran perdida, ya que además del dinero gastado en el animal, había que comprar uno nuevo para realizar el sacrificio. Indudablemente los sacerdotes se llevaban una comisión por esta transacción y no querían dejar escapar lo que era un suculento negocio para ellos. Los vendedores sabedores de la comisión estipulada, elevaban los precios de los animales de forma desmesurada, lo cual causaba grandes problemas, sobre todo a las familias más humildes, que, como siempre sucede, son las más abundantes.


Para el impuesto que era obligatorio pagar al templo se había establecido una moneda común, el siclo. Las mesas para el cambio se establecían por toda Judea un mes antes de la fiesta de la Pascua. Como sucede, incluso actualmente, los cambistas se quedaban con una comisión por cada operación realizada, en muchos casos entre el 5 y el 15%. Cuando la fecha estaba cerca, estos cambistas se dirigían a Jerusalem y establecían sus puestos en la explanada de los gentiles, al lado del acceso al templo.
El tema es que los verdaderos beneficiarios eran los sacerdotes del templo que curiosamente coincidían en su mayoría con los hijos de Anás, que había sido Sumo Sacerdote entre los años 6 al 15 d.c. pero que seguían manejando los hilos con familiares que ocupaban los puestos más importantes como su propio yerno Caifás y como decimos, otros miembros de su familia que también ocuparon el cargo, tanto antes como después de la muerte de Jesucristo, el último de ellos fue nombrado en el año 63.
Todo el mundo conocía esta situación corrupta, nadie se encontraba ajeno a ella. Jesús, por supuesto, era conocedor del jaleo de comisiones que había en torno al templo y quienes eran los beneficiarios de las mismas. No hay más que pensar en la escena para hacernos idea del bullicio, movimiento de animales y discusiones que podían generar estos temas relativos al pecunio. Así era difícil realizar cualquier actividad en torno al templo, no digamos rezar, que puede ser la razón por la que Jesús monta en cólera contra esta injusta situación, que nadie se atrevía a cambiar, pese a que a ojos de todo el mundo, se estaba engañando y estafando a la gente.


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