lunes, 1 de abril de 2013

Los paisajes de José de Ribera


Siempre hemos pensado que José de Ribera, conocido como "El Spagnoletto", ya que vivió la mayoría de su vida en Italia, concretamente en Napoles, era uno de los pintores más crudos y crueles a la hora de representar diferentes temas.
Ya habíamos visto en este blog un par de ejemplos, por ejemplo a la hora de representar La Mujer Barbuda, donde en realidad representa un hombre para hacer el papel de una mujer, o bien El Olfato, un cuadro donde para representar este sentido, pero donde el artista en vez de utilizar perfumes o flores utilizaba a un mendigo que estaba oliendo una cebolla.
Pero ahora debemos analizar estos paisajes que fueron descubiertos y adscritos al pintor hace unos años y que cambian un poco esa perspectiva de artista duro a la hora de representar los martirios de santos o escenas crudas de la mitología, por los que se hizo famoso, o esas escenas crudas a la hora de representar enfermedades o sentidos, como acabamos de ver.
Los paisajes nos muestran el lado más bucólico del artista, alejándose de sus temas tradiciones. Es  muy posible que estas obras estén realizadas en un momento en que su taller en Nápoles está muy desarrollado, con varios ayudantes y copistas que se ocupan de sus encargos, lo cual permite al artista dedicarse a otro tipo de obras, menos demandadas y que dan rienda suelta a las posibilidades del pintor, ampliando el campo que ha desarrollado hasta ese momento. De hecho el paisaje no era algo que representara en sus obras regularmente, se puede apreciar en algunos cuadros, pero no era el tema principal que realmente le interesara.
Por otro lado es muy posible que otros artistas influyeran en Ribera en ese momento para realizar este tipo de obra, la presencia cercana de Domenichino o la influencia de Claudio de Lorena tenemos que encontrarla en estos paisajes.
Los cuadros representan con toda seguridad zonas cercanas a la bahía de Napoles, lugar de residencia del artista, en uno de ellos podemos encontrar a dos pastores con sus ovejas y en el otro a un grupo de pescadores que transportan elementos a la barca antes de salir a faenar. Una pequeña colina cierra el fondo de manera que el paisaje no se prolonga hasta el infinito bajo un cielo con unas nubes típicas del atardecer.
Los cuadros son actualmente propiedad de la Duquesa de Alba y se encuentran depositados en el Palacio de Monterrey de Salamanca. Recordemos que a mediados del siglo XVI el Conde de Monterrey también fue Virrey de Nápoles.


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