La gran cantidad de productos dedicados al consumo cultural que tanto abunda en nuestro tiempo hace necesario personajes y medios que nos hagan distinguir aquello que merece la pena de lo que es un simple espectáculo, en el sentido en que Guy Debord se refería a esta palabra, destinado a obtener unos números decentes o colas interminables a las puertas de las exposiciones realizadas. Nos referimos a críticos de arte que realizan ese papel a través de diferentes canales.
Hasta ahora dos han sido los medios tradicionales para que la crítica se exprese, por un lado los libros y por otro las revistas especializadas en arte en general y en arte contemporáneo en particular. Debemos decir que estos medios están siendo reemplazados, debido en parte a la crisis económica y también de valores culturales, por los periódicos que ocupan un espacio intermedio entre la información y la valoración crítica.
Por tanto encontramos dos tipos de medios, aquellos que están dedicados a un público selecto interesado en el arte, que consume este tipo de producto, quizás porque se encuentra o desee encontrarse dentro del sistema del arte y, la prensa ordinaria que se ocupa de asuntos que tengan relevancia pública, como grandes exposiciones, subastas, inauguraciones en todo tipo de instituciones, adquisiciones millonarias. Una abundancia de información que no sabemos muy bien si se trata de noticias o de crítica, reduciéndose a veces la cobertura a copiar la nota de prensa facilitada por la institución sin un cuestionamiento mayor de las obras que podemos contemplar en ella, solo algunas veces está noticia viene acompañada por un comentario de un supuesto experto.
A este respecto debemos decir que algunos periódicos mantienen, suponemos que de forma ruinosa para el periódico, suplementos culturales donde algunos llamados críticos, desgranan las bondades y justifican exposiciones intentando dotarlas de un contenido que tenga que ver con las demandas de la sociedad actual. El ABC cultural, el Cultural de El Mundo o Babelia en El País (en este último la sección de arte ha quedado reducida al mínimo debido al empuje de la literatura y las acciones que la empresa posee o poseía en Alfaguara).
Los periódicos por si solos son capaces, en muchas ocasiones, de crear tendencia y orientar al público sobre si debe o no debe acudir a una exposición. También es cierto que una buena publicidad en cualquiera de estos rotativos puede mover al público 100 veces mas que una noticia o una crítica, porque indudablemente vivimos en la era de la imagen y si esta es impactante nos atrae mucho más que leer un denso texto de 500 palabras donde se relacionan las obras con filósofos contemporáneos que nos hablan sobre la velocidad y el sentimiento trágico de la obra postmoderna. La publicidad encuadra, jerarquiza y orienta el gusto del público a la hora de elegir su producto de consumo, bien sea un reloj, el lanzamiento de una nueva película de estreno o una exposición o evento relacionado con el arte. Vargas Llosa lo expresa muy bien en su libro-ensayo titulado "La civilización del espectáculo".
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